domingo, 22 de noviembre de 2009

Un rompehuesos gentil. En memoria de Ivan “Vanya Kostolom” Khutorskoy.


En la noche del lunes, 16 de noviembre, Ivan “Vanya Kostolom” Khutorskoy, antifascista de 26 años, fue asesinado a la entrada de su casa en la calle Khabarovsk, en un barrio del este de Moscú, de dos tiros en la cabeza, según algunas fuentes.

Vanya era una figura destacada del movimiento antifascista ruso y estoy seguro de que mucha gente le recordará durante los próximos días, meses y años. Pero a día de hoy, la mayoría de sus amigos están demasiado furiosos y afectados por la pérdida de su amigo y compañero.

Mis primeros recuerdos de Vanya se remontan a eso del 2004. Yo llevaba una distribuidora anarquista en un concierto celebrado en el R-Club. En aquel entonces no iba a demasiados conciertos, de modo que la mayoría de caras no me sonaban. Fue antes de que, tras el asesinato de Sasha Ryukhin, la escena hardcore moscovita pasara por completo a la clandestinidad. Así pues, el concierto había sido anunciado públicamente y no había forma de saber a ciencia cierta quién podría haber por ahí. Por eso yo me sentía un poco receloso de los skinheads, especialmente de uno muy grandote. Pero no había por qué preocuparse, porque Vanya probablemente fuese la mejor garantía en caso de que hubiera follón.

No sé de dónde le pudo venir su apodo de “Kostolom”, “rompehuesos”. Quizá fuese algún tipo de coñita, porque es difícil imaginar a alguien más majo y con mejor humor que Vanya.

La última vez que le vi fue durante el torneo de artes marciales “No surrender” organizado en Moscú el pasado 10 de octubre. El torneo había sido organizado en memoria de otro antifascista asesinado, Fyodor Filatov. Como se puede ver en la foto, Vanya era el árbitro. Tenía una buena formación en sambo, un arte marcial desarrollado en la Unión Soviética que sigue siendo muy apreciado en la zona. Tuvo cierto éxito en torneos y logró el título de Candidato a Maestro del Deporte Ruso (equivalente a campeón nacional). También compitió haciendo pulsos. Todo ello explica, entre otras cosas, el miedo y el odio que le tenían los nazis, que tratan de retratar a sus enemigos como gente débil y viciosa. Pocos de ellos hubieran podido enfrentarse a él en un combate justo y por eso le atacaron con navajas, destornilladores, cuchillos y, cuando nada de eso les sirvió, con una pistola.

Antes de eso, la última vez que estuve con él fue durante el concierto de Ska-P en mayo pasado. Ninguno de mis amigos podía permitirse los 30 euros que costaba la entrada, pero decidimos ponernos fuera a repartir propaganda antifascista gratuita. Al fin y al cabo, en el cartel del concierto los del grupo llevaban camisetas antifascistas, que puede que no signifiquen gran cosa en España, pero que en Moscú le puede costar la vida a un músico. Lo cierto es que repartir material a la entrada podía ser igual de peligroso que ir repartiéndolo por la calle a desconocidos. Vanya y alguna gente más se encargaron de cubrirnos.

La reacción a nuestra propaganda por parte de los fiesteros mediopijos y los punks fue diversa; evidentemente, muchos habían ido sólo por la fiesta. Hubo una llamada telefónica: otro grupo de compañeros estaba teniendo problemas unos pocos kilómetros al sur, donde les perseguía una chusma de nazis. Nuestra cobertura tuvo que acudir a resolver el asunto. Aquella noche no tenía planes de follón, pero no me quedaba otra opción; después de haberme pasado la noche repartiendo cientos de panfletos antifascistas, irme solo a casa hubiera podido costarme cinco pulgadas de acero entre las costillas. Así que fui con ellos.

Encontramos a la otra gente y nos reagrupamos. Vanya advirtió que no atacásemos apenas aparecieran los nazis para que no se dieran cuenta de que ahora éramos más y se fueran corriendo. Pero la gente no pudo contenerse. Gracias a los más de 100 metros de distancia que aún nos separaban, todos los nazis pudieron escapar corriendo por callejuelas y saltando vallas. Yo estaba en mala forma, así que no pude correr tanto como los demás. Vanya no corrió porque sabía que no tenía sentido. Así que nos quedamos atrás junto con algunas chicas que habían evitado la primera línea y juntos miramos si había algún nazi escondido en el callejón de al lado.

Aquella misma noche hubo otro reagrupamiento, se patearon algunos culos y se perdieron algunas ocasiones. Para mí fue una noche extraña, pero hay que pensar que para Vanya pegar a los nazis era algo tan rutinario como levantarse por la mañana. Probablemente tuviera cientos de anécdotas similares.
Vanya era un rostro conocido en el mundillo punk desde principios de siglo. Las páginas web “anti-antifas” tenían amplias galerías de fotos suyas, las más antiguas cuando llevaba cresta. No formó parte de la primera generación antifa de Moscú que se junto en la primavera del 2002, pero cuando se unió a ellos en el 2003-2004, fue para quedarse.

A veces, después de tragedias como esta, se produce una triste competición en la que todo el mundo quiere reclamar al héroe muerto como propio, como ocurrió con Stanislav Markelov, que en vida era un guasón que le contaba a los anarquistas que era socialdemócrata y, a trostkistas y estalinistas, que era anarquista. Por joder.

Este tipo de disputas póstumas estarían fuera de lugar en el caso de Vanya, puesto que cualquier peñita o gente dentro del mundillo le reconocía como uno de ellos, mientras que era querido y respetado por todos. Vanya se consideraba un skin head RASH, aunque tampoco le importaba que los Moscow Trojan Skinheads, apolíticos y patrióticos, le consideraran uno de ellos. Evidentemente, los anarquistas le consideraban anarquista, y es cierto que se posicionaba por lo antiautoritario y lo social, además de que siempre estaba dispuesto a ofrecer seguridad en los actos anarquistas. Pero él no vivía para el activismo: lo suyo eran las calles y el punk rock.

Era listo como él sólo, y terminó sus estudios de Derecho con un “título rojo”, que es un título “cum laude” que se da a los estudiantes del espacio de la antigua Unión Soviética que sólo han obtenido las mejores calificaciones posibles. Dado que hay poca gente con estudios de Derecho en el mundillo, yo tenía la esperanza de que Vanya se uniera a las filas de los abogados activistas cuando algún día abandonara la lucha en la calle; antes de ser asesinado, Stas Markelov estaba desbordado de casos relativos al movimiento y tenía problemas para hacerse cargo él solo. Vanya y Stas se conocían bien, y Vanya se encargó de la seguridad de algunas de las conferencias de prensa que dio Stas. Últimamente, Vanya trabajaba como abogado en un centro de “Deti ulitsy” (“Niños de la calle”), que trabajan con niños de la calle y otros niños con problemas.

Ahora todo el mundo se pregunta por qué fue a su piso aquella noche, si su dirección aparecía en un montón de páginas web nazis. Vanya solía quedarse a dormir en casa de otros. Quizá tuviera algo importante que resolver con su familia, quizá es que, después de haber sobrevivido a tantos intentos de asesinato, se reía de la muerte.

Vanya fue asaltado por primera vez en el 2005 y le cortaron en la cabeza con una navaja de afeitar. El incidente una videocámara registró el incidente y se usó como material para un documental del canal televisivo NTV, que puede verse aquí: http://rutube.ru/tracks/663741.html?v=242f56ae5e0dca6e5c9d77cc8558fb5d.

La vez siguiente, en otoño del mismo año, intentaron matarle; le clavaron 6 veces en la cabeza un destornillador afilado, que es un arma muy usada por los nazis rusos y se clava más que los cuchillos. Cualquiera de los golpes hubiera podido ser letal, pero afortunadamente ninguno perforó ninguna arteria y sobrevivió. El incidente también fue registrado por una videocámara, pero la policía no parecía interesada y ni siquiera quisieron ver la grabación. A Vanya le costó más de medio año recuperarse del ataque.

En enero de este año, Vanya fue apuñalado en el estómago durante una lucha callejera; la herida también hubiera podido ser mortal, pero sobrevivió. Y ahora, cuando todo lo demás les había fallado, los nazis han recurrido a las armas de fuego y, desgraciadamente, han tenido éxito.

S2W

El padre de Vanya murió hace pocos años y vivía con su hermana y su madre. Se agradecerá cualquier aportación para que su familia y amigos puedan costear el funeral; se puede usar la cuenta Yandex 41001411894609, o, para quien no sepa cómo funciona, donar a través de la Cruz Negra Anarquista de Moscú: http://www.avtonom.org/donate. En ese caso es mejor avisar a la CNA-Moscú (abc-msk EN riseup PUNTO net e indicar en la transferencia que es “for Kostolom friends and family”.

Fuente: http://avtonom.org/index.php?nid=2857

Traducción: Chief Salamander.

http://www.alasbarricadas.org/noticias/?q=node/12097

Documental sobre el movimiento neonazi en Rusia: